Entrevista realizada por Matilde Oriola para la publicación que Escofet editará para celebrar su 125 Aniversario

Una palabra, un comic rescatado, una escena de un filme, una pieza musical (Miles o Waits, no vais a discutir ahora por eso), una obsesión, etc. ¿Qué materiales del mundo real o imaginado resultan más fructíferos en el proceso de incubación de una idea, o un objeto?

Sin tener unas preferencias determinadas y sistemáticas previas en cuanto a los campos creativos concretos donde encontrar esos referentes conceptuales, lo que si tenemos claro es que dichas referencias transversales provienen en su gran mayoría del ámbito del pensamiento o de la creación no objetual o plástica; lo que si tenemos muy claro es que prácticamente queda descartado el propio mundo del diseño, al menos en lo que concierne a sus modas y tendencias.

De alguna manera preferimos el mundo de las ideas al de las formas.

¿Cómo alimentáis a las musas de la inspiración?

Pues a través de lo que nosotros irónicamente llamamos el método CCC de diseño, y que se asienta en tres pilares fundamentales, a saber, la Curiosidad, la capacidad Crítica y por último la Creatividad.

Y ahora, una curiosidad relativa a eso tan temible para un creativo: ¡el bloqueo!  ¿Habéis experimentado alguna vez el “miedo ante el producto en blanco”?

Suponemos que al comienzo de nuestra carrera sucedería algo así, pero no tanto por la falta de propuestas efectivas que ofrecer a un cliente, sino precisamente por todo lo contrario, por un desbordamiento propositivo y vacuo, al menos para nosotros, que supone diseñar desde planteamientos simplemente formalistas, y mensurables únicamente a nivel de réditos de imagen.

Afortunadamente, a día de hoy, con un planteamiento metodológico asentado y contrastado, que se sustenta en la búsqueda de ese concepto motriz que derive en alma conceptual y armazón proyectivo  del producto a desarrollar, ese miedo ha desaparecido.

¿La automotivación –en forma de autoencargo- es el método más aconsejable para el cultivo sistemático de la  creatividad?  ¿Hay que perder el miedo a equivocarse? ¿Existe algo más imposible que un buen diseñador miedoso?

No es necesariamente el más aconsejable, no deja de ser uno más entre otros muchos, ni mejor ni peor; en nuestro caso concreto sigue siendo un punto de partida que nos permite conjugar las dos primeras C de las que hablábamos al comienzo, la Curiosidad y la Crítica; la Curiosidad, porque nos hace preguntarnos  por qué las cosas son como son, y la Crítica porque nos lleva a pensar por qué no podrían ser de otra forma, y todo ello sin la participación necesaria de un potencial cliente.

En cuanto al tema del miedo a equivocarse creemos que en un diseñador debería primar una cierta sensación de responsabilidad a la hora de no obtener de una buena idea, el mejor proyecto posible atendiendo a los condicionantes, posibilidades y circunstancias que le rodean; no debemos olvidar en ningún momento que resultado de un proyecto en el ámbito de la producción industrial no deja de ser una obra polifónica, el sumatorio de la convergencia sinérgica de toda una serie de agentes, cada uno de ellos con sus interés.

Conviene hacer un poco de historia; alguna imagen fugaz. ¿Sois capaces de recordar el momento en el que, sin ser conscientes de ello, ya erais diseñadores, quiero decir, empezabais a sentir algo especial, a emocionaros con aspectos que veíais,  descubríais…? ¿En qué momento empezasteis a tener una mirada crítica, estética, selectiva?  ¿Ser diseñador es, además de una manera (inquisitiva hasta extremos inquietantes) de estar en el mundo, de tratar de entender sus leyes para  cambiarlas?

Sinceramente, nunca hemos tenido certeza de que ese momento entre místico y sublime haya existido; como en nuestro propio trabajo, donde la impronta de lo cotidiano y lo cercano es fundamental, nuestra trayectoria se ha ido desarrollando a partir de un maridaje perfecto entre el azar y la necesidad aderezado una buena dosis de pragmatismo.

Hasta que esta vocación (supongo) os enganchó. Honestamente: ¿es posible ser diseñador (bueno) sin que se esté, de alguna forma, enganchado a “eso”,  sin  apasionarte y dejarte la piel en cada proyecto, como si en ello te fuera la vida?

Creemos que sí; al menos en nuestro caso tratamos de no perder el norte, de no olvidar que si el fruto de nuestro trabajo, el resultado de nuestros esfuerzos, ha de ser la vida cotidiana, elevar el nivel de trascendencia del mismo puede ser perjudicial para su percepción por parte del comprador o el usuario el público, al menos para el sector del mismo que a nosotros nos interesa particularmente.

¿Crees, de hecho, que podríais cambiar a una profesión más “segura” y tomaros vacaciones en agosto?

Ah, ¿pero existen profesiones “seguras”? Bueno, en definitiva suponemos que todas las profesiones tienen tanto su lado negativo como positivo; tal vez lo que busquemos en el diseño es el oficio, eso que lo hace tan cercano a la gente, que nos permite entrar en sus vidas sin hacer apenas ruido.

Hablando de valores,  ¿no creéis que todavía hay una gran confusión respecto al significado del diseño y a su impacto en el desarrollo de la calidad de vida de la gente?  En el fondo, ¿un diseñador no es como un activista cultural, un agitador? ¿El diseño no es, en esencia, una forma de hacer pedagogía social  mientras uno hace lo que te gusta?

Todo esto es cierto, pero sin poner en duda la posibilidad de analizar y poner en valor los componentes sociales, culturales e incluso artísticos en algunos casos, lo que no debemos olvidar es que el diseño es ante todo una herramienta dotada de unas posibilidades de rentabilidad económica indudables; el diseño bien utilizado es precisamente lo que hace compatibles y no excluyentes todos y cada uno de estos factores.

Algunos problemas colaterales: esnobismo, polución mediática, el egosystem, la copia, el oportunismo y marketing tramposo. ¿Si no te sabes vender estás muerto?

Digamos que herido; es realmente aburrido y cansado para el diseñador, o al menos para nosotros,  tener que dedicar gran parte de tu actividad cotidiana y de tus capacidades creativas y comunicacionales a venderte como una más de tus propias creaciones; en ocasiones, pensamos que es la imagen del propio diseñador la que eclipsa los verdaderos valores de sus productos, que acaban convirtiéndose en muchos casos en meros soportes de la marca en la que se convierte aquel.

¿Sigue siendo arduo para el diseñador hacer valer su capacidad creativa en el sector de la industria y la empresa, convencer en términos de competitividad a través del valor añadido? En ese sentido, ¿estamos todavía en pañales?

Indudablemente si, y así será mientras diseñadores y periodistas sigamos trasmitiendo la idea de que el diseño es un valor añadido y lo que es peor, mientras nuestros clientes sigan entendiéndolo desde esta perspectiva lo que les lleva, en momentos como el caso actual de ajustes y recortes, a prescindir de él al percibirlo como un factor superfluo y en el peor de los casos banal.

Tenemos que llegar a entender, y hacer comprender, que el diseño es la línea medular que debe articular todos y cada uno de los factores que intervienen en una producción, y el eje interno que pauta y organiza el proceso proyectual que permite convertir una idea en producto.

Utilizando una metáfora que no sabemos si puede resultar excesiva pero que nos gusta utilizar a menudo, para nosotros el diseño debería ser el alma del proyecto nunca su maquillaje.

Vistos como están los recursos del planeta, el consumismo desaforado, la insatisfacción de la gente, etc.  ¿en qué frente os habéis alistado vosotros? Como diseñadores, ¿dónde veis lo más urgente?

Nos interesa trabajar con la idea de que nuestro trabajo entre en la vida de la gente sin hacer ruido, que llegue a esa cotidianidad del día a día para quedarse por mucho tiempo, nos gusta pensar para nuestros productos en un “consumidor discernidor” que entienda la necesidad de que ese producto entre en su quehacer diario, y no por el arrebato compulsivo de tener lo último o mucho menos por tener un “díez+díez”, idea que nos aterra.

¿Ha llegado el momento de implantar el “menos es más”, no por la estética minimalista, que no eso, sino por la ética que lo sustenta? ¿Una de las tareas del diseño será volver a poner en el mapa, a modo de eslogan para el siglo XXI,  aquel refrán popular que asegura que “no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita”?

Pero, ¿qué es menos?, y ¿qué es más? Creemos que hay que tener cuidado con ideas y formulaciones de este tipo que con el tiempo acaban convirtiéndose en meros eslóganes vacios de contenido y cuyo destino último es el llenar camisetas o pegatinas; creemos que el tema de la sostenibilidad merece un tratamiento intelectual y discursivo mucho más profundo.

Sin ser unos especialistas en este tema pensamos que se hace excesivo hincapié en los factores directamente ligados por una parte a la producción (materiales reciclados, contaminación, ahorro energético…) y por otra al destino del producto una vez cumplida su vida útil (reciclado, reutilización…), olvidando en gran medida precisamente ese estadio intermedio que es el del uso y disfrute de un producto.

En este sentido a nosotros nos gusta pensar, a modo de modesta aportación a la teoría de la sostenibilidad, en un “mejor es mejor” y para que no se nos pueda acusar de fabricantes de frases ingeniosas intentaremos explicarnos; tal vez sería interesante lograr que los objetos, las cosas, los productos que escogemos para que entren en nuestra vida estén pensados, o sea diseñados, para quedarse nos nosotros el mayor lapso de tiempo posible; de esta manera, por ejemplo, entre dos productos de tipología y prestaciones similares tal vez podría llegar a ser más sostenible aquel de los dos que contaminando seis veces más y siendo cuatro veces más caro poseyera sin embargo una vida útil veinte veces mayor; pero para ello tendríamos que estar hablando, más allá de una cultura del proyecto, de una sostenibilidad en la producción y una conciencia del reciclado, de una auténtica cultura del consumo, en la que perfectamente tendría cabida la frase “no es más feliz quien más tiene…”.

Por eso, a nosotros nos gusta pensar que nuestros productos puedan pasar de padres a hijos, diseñando hoy para mañana; y también por eso precisamente nosotros siempre hemos preferido hablar, aunque el término pueda resultar en un principio un tanto trascendente, de esencialismo frente a minimalismo; pensar, y por lo tanto diseñar, desde lo esencial significa alcanzar lo buscado siendo esto justo lo necesario.

Godot y colaboración con Escofet

Godot es un banco.  Pero un banco con voluntad existencialista (a la que contribuye la alusión a Beckett y a su  metáfora de la espera.  ¿Esta idea filosófica es la base de un ejercicio esencialista llevado al extremo? ¿Qué fue antes, el concepto o la visualización de las formas?

Nos vas a disculpar la matización pero para Godot, siendo efectivamente un banco, negamos la mayor en cuanto a su voluntad existencialista; si en Godot hemos de buscar una voluntad, una motivación, ésta ha de ser la de la quietud, la calma, el sosiego; si algo busca, y nos ofrece Godot, es una sombra donde descansar.

Hay que entender que la utilización que nosotros hagamos de planteamientos “intelectuales”, filosóficos en este caso concreto, a la hora de abordar nuestros proyectos es meramente instrumental, o dicho de otro modo, de uso interno; nos aterra pensar que el público, la gente corriente, que es en definitiva el verdadero, último y fundamental leif motiv de nuestro trabajo, pudiese llegar a ser consciente de estos referentes; sería tan absurdo que alguien se sentase en él buscando la comunión con las ideas, pesimistas por otra parte, de Beckett, como dramático que alguien, por declararse por ejemplo materialista dialéctico, dejase de hacerlo por motivos estrictamente ideológicos.

Obviamente en nuestro trabajo es anterior y fundamental la idea, el concepto, frente a la formalización; preferimos trabajar de dentro a fuera, queremos pensar que nuestros proyectos tienen alma, antes que simple epidermis.

En pocos años esta pieza ya es todo un clásico. ¿Es eso un piropo para el objeto?

Indudablemente, si, o al menos a nosotros nos lo parece; tal vez para un diseñador acostumbrado a acaparar portadas con creaciones incendiarias el término le resulte obsoleto e incluso ofensivo, tal vez perciba lo clásico como la antítesis de lo moderno, contradicción perfectamente resuelta hace mucho tiempo por Dino Gavina; para nosotros es un auténtico alago porque pone de manifiesto uno de nuestros objetivos a la hora de diseñar, y es que el resultado de nuestro trabajo trascienda los condicionantes coyunturales de las modas y la vorágine de las tendencias; siempre hemos buscado para nuestro trabajo un planteamiento de atemporalidad, que nos permita estar diseñando hoy con el deseo de que ese mismo trabajo sea válido en un futuro más o menos lejano.

Como diseñadores, ¿os gusta trabajar al margen de conceptos como tiempo, lenguaje y estilo?

En cuanto al factor temporal en nuestros diseños, siempre hemos preferido trabajar primando la validez atemporal de los mismos que les lleve  a proyectar su validez funcional, e incluso estética si se quiere, más allá del momento de su creación; creemos además que este planteamiento, sobre todo en el ámbito de los bienes de consumo, puede convertirse, como hemos explicado antes, en un factor de sostenibilidad.

En cuanto a la cuestión del lenguaje, o si queremos ir más allá en cuanto a la estética, entendida como manifestación de la ética, siempre hemos afirmado que no pretendemos tener un estilo, cosa que sin embargo apreciamos que tenga cada uno de nuestros diseños por separado; intentaremos explicarnos, mientras que nos parece tremendamente tedioso, a la vez que complicado, mantener unas constantes formales que identifiquen todos nuestros trabajos, si es verdad que intentamos que cada uno de nuestros proyectos logre manifestar una coherencia interna que conexione su núcleo con su piel, que muy bien podríamos llamar estilo.

Tal vez, el no intentar mantener o cultivar un estilo a priori sea una nefasta estrategia de mercadotecnia de cara a nuestra propia marca; a cambio, esta renuncia nos permite afrontar cada proyecto sin mirar atrás, sin forzar ejercicios miméticos, poniendo en valor las alas frente a las raíces, Tusquets dixit; nos gusta ser honesto con cada uno de los proyectos que afrontamos, sin ningún tipo de condicionantes apriorísticos, en especial en cuestiones formales.

Godot habla también sobre un diseño que abraza la naturaleza (expresado en piezas que envuelven árboles), al mismo tiempo que propone al ser humano un acercamiento. Más allá del principio filosófico de un “reencuentro”, ¿en qué nivel situáis la aportación de Godot a la cultura del espacio público?

Creemos que esa aportación se centra en dotar al espacio urbano de una pieza pausada, serena, casi un aforismo en el discurso público; siempre nos ha gustado hablar de Godot como “un banco lento”, un elemento de mobiliario muy ligado a toda la filosofía del movimiento SLOW, que genera en el espacio público, a través de la conexión directa con algo tan atemporal como es un árbol, un ámbito para la espera y nos habla de una vida apacible y ralentizada.

Vuestro estudio tiene larga experiencia con empresas. ¿De qué manera influye contar con un interlocutor como Escofet, con cultura en diseño y experiencia en mobiliario urbano? ¿Suponía eso en cierta medida una garantía para el éxito del proyecto?

Indudablemente facilita enormemente el trabajo del diseñador, ya que le permite concentrar todos sus esfuerzos en desarrollar el propio proyecto, sabiendo que ese esfuerzo se verá respaldado y facilitado por el propio cliente en una estrategia convergente; también propicia que la idea generada por el creador, desarrollada en forma de proyecto y materializada en forma de producto llegue con más facilidad al usuario, cumpliendo de esa manera el objetivo principal de todo diseñador; podríamos decir, buscando una analogía mecanicista, que trabajar para, o dentro, de una maquinaria perfectamente engrasada permite minimizar fricciones y evitar que los esfuerzos se disipen.

¿Qué lectura hacéis del matrimonio ocasional con Escofet? ¿Os permitió abrir alguna vía? ¿Qué destacaríais de esta experiencia compartida, bien en el aspecto tecnológico, de creatividad o materialización del producto?  ¿La buena sintonía entre diseñador y empresa da alas a la creatividad más ambiciosa?

Si se nos permite la broma, lo nuestro con Escofet se aproxima más a una cita, si no a ciegas, bastante ocasional, que sin duda, y a pesar de lo esporádico y circunstancial, estamos seguros nos reportará buenos recuerdos por bastante tiempo, esperamos que al menos durante 20 años.

Ahora hablando en serio, y tal como hemos explicado anteriormente, colaborar con Escofet nos dio la oportunidad de trabajar para una empresa que entiende y valora tu profesión como diseñador, y entiende y valora el diseño como factor clave en el desarrollo y la producción industrial.

Tal vez lo que más lamentamos es que, al no ser nuestro caso el de ser prescriptores de nuestros diseños, no hayamos encontrado más ocasiones de colaboración con Escofet, lo que nos ha obligado a serle “infiel” con otros fabricantes en proyectos que nos hubiera gustado desarrollar con ellos; en todo caso siempre estaremos agradecidos a Escofet por haber confiado en nosotros cuando prácticamente éramos unos desconocidos, y el habernos abierto de alguna manera la puertas de un sector en el que hemos desarrollado gran parte de nuestro trabajo como diseñadores de producto.