(2016) Sobre "Miramientos"

 
 
Sobre “Miramientos”, por Francisco Jarauta, filósofo
 
Desde la Dioptrique de Descartes de 1637 a la Opticks de Newton de 1704 un largo camino de investigaciones varias se organiza a lo largo del siglo a la búsqueda de garantías sobre las que construir un sistema de certezas respecto al saber del universo. La cultura barroca en su juego de espejos y variaciones había dado lugar a un mundo de ilusiones que se configuraba como el escenario de un naufragio como escribe Paul Hazard. De aquella dificultad para trazar la línea roja entre lo verdadero y lo otro, nacerá primero una pregunta, después la construcción de dispositivos nuevos de la observación, nacerá incluso una mirada, curiosa, cargada de nerviosismo, que hará posible el nacimiento de una nueva transparencia. Qué otra cosa anuncian las planches de la Encyclopédie si no es la correspondencia entre el orden del mundo y el del lenguaje. Fue el maravilloso esfuerzo que de Linneo a Buffon hizo posibles los nuevos atlas de la tierra.
Desde entonces, todo pasaba por aquella mirada, era una especie de actitud, de momento previo de aquella máquina poderosa que el siglo XVIII instituyó como condición del hombre moderno. La curiosidad guió la nueva aventura y pronto la tierra, como dice Conrad, comenzó a llenarse de nombres, ríos y lagos.
 
Este ansioso viaje por los límites del mundo pronto se turbará y una luz de nocturno iluminará oblicuamente las cosas. A finales del siglo XIX se abrirá el tiempo de nuevas preguntas y la supuesta objetividad presentará sus grietas. Hermann Bahr invocaba la superación del naturalismo, y la mirada volvía a orientar su atención a los nuevos cambios, nuevos discursos. díez+zeíd parecen inscribirse en esta otra orilla, allí donde se repiensa lo moderno. Dada no está lejos y el salto desde el trapecio de la ironía les permite el juego de las negaciones, un juego que suspende las evidencias del estado natural. En su lugar aparecerá el extraño catálogo de las inversiones, de los hiatus y de todo aquello que altera y modifica el canon heredado.
 
Lo que al principio fue interpretado como provocación pronto será leído como distancia respecto a la verdad de las evidencias. Y en este caso, de algo más. En una época donde lo visual alcanza la máxima relevancia y pasa a ser la condición por excelencia de nuestro modelo civilizatorio suspender el sentido de todo aquello que garantiza la visibilidad es plantear la duda en el corazón mismo de su legitimidad. Más que un juego se trataría de un serio interrogante sobre el primado de la función como principio universal de la cultura, abriendo así el tiempo de otros posibles lenguajes.